domingo, 9 de septiembre de 2007

Mazorca moderna

La presentación del nuevo libro de la distinguida periodista del diario La verdad, Paula Artaolaza, Masitas a la hora del té, tendrá lugar en la sala capitular de la embajada argentina, el sábado 21 de junio a las 16 horas.

Dirección: Belgravia 19, EC1 W5D Londres

Los libros estaban apilados en una mesa de nogal del siglo XIX, de patas labradas y apliques de plata en los bordes. Adquirida hacía cinco años por la embajada, en una subasta de Christie’s, había pertenecido a Rosas; aparentemente había escrito toda su correspondencia en ella, durante su exilio en Southampton.

La sala capitular de la embajada, está situada en el primer piso del edificio, tiene grandes ventanales, protegidos de la mirada exterior por unas cortinas blancas semitransparentes, que dejan filtrar la luz. En las paredes, retratos de San Martín, Belgrano y Sarmiento observan los preparativos del té de las cinco.

Sarmiento examina los libros desde su rincón, con su eterna expresión severa.

San Martín, en cambio prefiere mirar por la ventana y Belgrano, parece hipnotizado por la araña de cristal de murano que cuelga del techo.

Es un día luminoso, la luz entra a raudales en la sala, donde el personal de servicio de la embajada dispone las sillas de terciopelo rojo para el evento. Los técnicos comprueban los micrófonos, uno para la periodista, y otro para el público, cuando se abra el turno de preguntas.

Masitas a la hora del té, es el segundo libro de Paula Artaolaza, y el primero publicado en el Reino Unido, con el patrocinio del gobierno argentino. Se trata de una recopilación de entrevistas a personajes de actualidad británicos, que la periodista había realizado durante un año y medio, mientras trabajaba como corresponsal en Londres para el diario La verdad.

Paula Artaolaza, siempre atenta a los detalles elegantes, encargó que se dispusiera en la sala adyacente, una mesa alargada, cubierta con un mantel de hilo bordado y vajilla tradicional inglesa, propiedad de la embajada en Londres. Varios platos de postre esperaban a los asistentes al evento con una selección de scones, sándwiches , masitas finas y secas.

El té, llegará más tarde, cuando la charla esté a punto de terminar. Con puntualidad inglesa, Paula había previsto, que su exposición más el turno de preguntas durase aproximadamente una hora. En ese momento, se abrirían las puertas que separaban la sala de conferencias de la sala adyacente, con la mesa dispuesta para ofrecer un té a sus invitados.

Paula comprobó su reloj, eran las cuatro menos cuarto, se miró en el gran espejo que quedaría a su espalda, cuando empezara a presentar su libro desde el atril. Todo estaba en orden; su trajecito color crudo de saco ajustado y pollera por encima de la rodilla, su melena corta, perfectamente peinada por el coiffeur Mariano, que viajó especialmente de Buenos Aires para la ocasión, y por últimos los zapatos de taco alto, en el mismo color que el traje, de Manolo Balhnik.

Paula observó fascinada este último artículo de su indumentaria; un capricho que le había regalado su novio, para celebrar la publicación en Inglaterra de su nuevo libro.

La periodista se dirigió al atril, donde la esperaban unas notas, en caso de que tuviera una laguna, y no supiese cómo seguir. Repasó los papeles, mientras un empleado cerraba la puerta que comunicaba la sala donde se serviría el té, de la de conferencias.

La gente empezaba a llegar y a sentarse, la periodista vio varias caras conocidas; el embajador de Uruguay y su esposa, el director del diario para el que trabajaba y el jugador de polo Marcelo Coghlan, sus amigos Jimena Bertini y Jorge Del Pino.

A las cuatro en punto, Paula dio la bienvenida a los asistentes al evento, y les agradeció su presencia. Explicó cómo le había surgido la idea de un libro de entrevistas a personajes relevantes del Reino Unido actual, una mañana que se dirigía a su oficina en la corresponsalía del diario La Verdad. Como estaba previsto en sus notas, pasó más adelante a hablar de las anécdotas más divertidas recopiladas en el libro.

Toda la charla duró, tal y como tenía previsto, media hora, momento en que dio paso a las preguntas del público. Como esperaba, se hizo un silencio de unos segundos, porque nadie se atrevía a romper el fuego con la primera pregunta, hasta que el propio embajador, le preguntó por qué había elegido ese título para su libro. Ella le respondió que la razón la descubriría más adelante, cuando lo leyese.

Siguieron más preguntas relacionadas con los personajes entrevistados, hasta que a las cinco menos cinco avisó al público que ésa sería la última pregunta, porque ella les había preparado una sorpresa, y no se podían demorar. Un hombre de pelo negro rizado y mirada huidiza, preguntó si iba a firmar los libros, Paula Artaolaza, contestó que por supuesto, que lo haría, pero que le sugeriría que lo hojease tranquilamente, mientras disfrutaba de una rica taza de té con scones.

Su sonrisa, fue arropada con comentarios de aprobación del público y aplausos comedidos, mientras dos empleados abrían la puerta que hasta ese momento escondía la sorpresa de la velada. La mayor parte de la gente, se dirigió a la mesa servida, sin reparar en los libros que quedaban dispuestos, en la mesita junto a la pared, en diagonal, al atril donde Paula había dado su conferencia.

Paula, reparó que la única persona que se dirigió directamente a la pila de libros, fue el señor morocho de cara sudorosa que le hizo la última pregunta.

La periodista, lo miró con reprobación, ahora no le quedaba más remedio que sentarse en la silla dispuesta para que ella firmara las dedicatorias a sus compradores.

A su izquierda un empleado de la administración de la embajada se encargaba de cobrar los libros.

-¿A qué nombre quiere la dedicatoria, señor?

- A nombre de *******

- Paula, sintió un fuerte dolor en los oídos al escuchar el sonido inhumanamente agudo que salió de su garganta.

Sorprendentemente, nadie se inmutó, como si no hubieran oído nada, seguían hablando mientras bebían té y comían masitas. Paula, no se atrevía a preguntarle su nombre nuevamente, pero algo tenía que escribir en la dedicatoria. Recobró la compostura y escribió: al señor que no le gusta el té, probablemente le guste el mate, cerró el libro y se lo entregó.

Por lo visto, el ver a una persona comprando el libro, tuvo un efecto dominó, que hizo que el público redescubriera cuál era la razón de su visita al barrio de Belgravia.

Este hecho logró tranquilizarla, como si la larga cola que ahora se había formado delante de la mesa de Rosas, la protegiera, de ese individuo perturbador.

Paula Artaolaza, se concentró en las dedicatorias y en recibir con una sonrisa agradecida los cumplidos provenientes de su público. Cuando estaba casi llegando al final de la cola, levantó instintivamente la cabeza, y miró en diagonal hacia la esquina a la izquierda de la ventana. Junto a la mesa del té, el hombre morocho hojeaba el libro, mientras sonreía. Este hecho pareció perturbarla gravemente.

De forma distraída, firmó los últimos libros, sin notar, que un murmullo creciente se apoderaba de la sala, hasta que la fuerza de la mirada de varias decenas de pares de ojos, la obligaron a levantar la vista, y prestar atención a los comentarios. Los asistentes al evento, la observaban con franca hostilidad; la mismísima esposa del embajador uruguayo le gritó, que a ver que broma era esa, acercando el libro muy cerca de la cara de la escritora.

Paula lo tomó en sus manos para ver cuál era el motivo de tanta crispación. Abrió los ojos, atónita al comprobar que el libro, su libro, estaba escrito en un extraño idioma que no podía reconocer. Se levantó de la mesa, balbuceando, que alguien le había jugado una mala pasada, y había cambiado los libros.

Una mujer de pelo oxigenado y piel curtida por el sol de Punta del Este, le gritó que era una estafadora, y que tenían que devolverle el dinero inmediatamente. Paula pidió tranquilidad, mientras se acercaba nuevamente a la mesa para comprobar los libros que quedaban sin vender, todos estaban llenos de los extraños caracteres. Angustiada, se dio la vuelta, para enfrentar a su público, cuando de pronto sintió un impacto en su pómulo izquierdo, a partir de ese momento le cayeron masitas rellenas de crema, de dulce de leche, sándwiches de queso y de pepino.

La furia se apoderó de los asistentes y no cesó hasta que se acabaron los proyectiles y los atacantes se fueron satisfechos de haberse defendido a tiempo. Lapidada por las masitas, Paula buscó una silla donde sentarse y comprobar el estado en que había quedado. Sentía un dolor fuerte en el pómulo izquierdo, donde había caído el primer impacto. También comprobó con rabia, que su traje estaba arruinado por las manchas de los diferentes proyectiles. Al mirar al suelo, comprobó con terror que sus zapatos estaban mojados y manchados de té.

Ante semejante tragedia, sólo le quedaba el desahogo de llorar largamente sobre el hombro de su novio, el embajador argentino en Londres.

(*) Mazorca: se conoce con este nombre a la matanza de enemigos políticos (unitarios) por parte del gobierno de Rosas (federales); se trata de una deformación de la pronunciación española de más horca.

Los federales, defendían una organización autonómica del estado, dando poder a las provincias; fue un movimiento de corte populista nacionalista. Rosas, aún hoy, es una figura controvertida en la Argentina, para unos fue un dictador sanguinario, para otros un nacionalista; algunas personas hacen un paralelismo entre su figura y la de Perón, que también es una figura controvertida.

Por otra parte, los unitarios defendían una concepción del estado centralista y se autodefinían como defensores del progreso y la civilización, podríamos definirlo como un movimiento político liberal conservador. Una de las figuras más relevantes de este movimiento fue el general Lavalle.

Sin embargo, y aunque resulte confuso, federalistas y unitarios los hubo tanto en las provincias interiores como en Buenos Aires, provincia que tenía en su poder la aduana nacional y que manejaba las relaciones exteriores del país, con el consiguiente mayor poderío sobre las demás.

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