viernes, 31 de agosto de 2007

El cumpleaños


En el planeta Merilion las mujeres que llegaban a los 30 años y no conseguían aparearse eran ejecutadas.

No cumplir el orden preestablecido creaba un peligroso antecedente.

Melina conocía su destino, el próximo 20 de noviembre cumplía 30 años y en todos ese tiempo se había resistido sistemáticamente a cumplir la ley suprema de Merilion, tampoco le había preocupado demasiado. Pensaba que la relación ideal llegaría naturalmente algún día. Pero eso no paso, y ahora se enfrentaba a una pena de muerte que difícilmente podría eludir. Solo faltaban veinticinco días para su cumpleaños y si el milagro no se había producido en todo ese tiempo seria improbable que se produjera en unas pocas semanas.

Melina se sentía embargada por dos sentimientos contradictorios: por un lado el temor lógico que cualquiera pudiese sentir ante la idea de la muerte, por otro lado un cierto alivio, al fin y al cabo esta sería la ultima agresión que tendría que sufrir por parte de los habitantes de Merilion. Por momentos la sensación de alivio triunfaba sobre el temor cuando recordaba el odio encubierto o no tan encubierto de la gente. Incluso de su propia familia que la despreciaba con una violencia que ella no acababa de entender.

Melina empezó a sentir este rechazo el día que cumplió 26 años, el haber superado el cuarto de siglo sin cumplir el principal mandato meriliano hacia que muchas de sus amigas, la mirasen con desconfianza al principio y mas tarde con temor y asco ante su extraño comportamiento.

Melina disfrutaba de estar sola, aprovechaba su independencia para viajar por otros planetas, leer historias prohibidas por la autoridad del Gran Consejo y juntarse con un grupo de ixiones que vivían al margen de la respetabilidad meriliana.

Melina era libre, y eso la convertía en una subversiva.

En la base de datos del Gran Consejo estaba clasificada como un elemento peligroso que debía ser vigilado de cerca. En múltiples ocasiones había rechazado los candidatos sugeridos por el Gran Consejo a través de su familia y de sus amigas. Ellos temían que tratara de huir de Merilion para evitar el castigo ejemplificador, en el caso que lo lograra, esto podría generar un efecto dominó altamente peligroso para la subsistencia del planeta. El orden aséptico logrado en el planeta después de la gran guerra psicológica que trajo al poder al Gran Consejo, había extirpado de raíz la libertad de los seres inteligentes que vivían en Merilion. Se había desterrado la idea del amor por poco funcional y potencialmente peligrosa, al volver a los merilianos impredecibles e incontrolables bajo sus efectos pseudo narcóticos.

El Gran Consejo que dirigía las vidas del planeta desde la gran revolución racionalista había creado un sistema ideal de casamientos que no debía superar la edad de 30 años en las mujeres y los 35 en los hombres, asegurando el bienestar de los merilianos.

Para ello había desarrollado cuidadosamente un sistema educativo denominado Felicidad Total. El Gran Consejo se encargó de forjar una vida a medida para sus ciudadanos, a cambio de tanta dedicación a su pueblo sólo exigía a sus ciudadanos una sumisión total a sus decisiones sin cuestionamientos.

La gran eficiencia del nuevo estado hacia innecesaria la intervención de los ciudadanos, estos podían dedicarse simplemente a la procreación de nuevos seres dentro del nuevo estado perfecto.

De esta forma el Gran Consejo se aseguraba el poder por decenas de miles de años.

Pero algo había fallado en el aceitado sistema educativo meriliano.

Si bien Melina no era el único caso de oposición al orden establecido, si que era la única que estaba insertada dentro de la sociedad, había asistido a todos los cursos y a pesar de ello su cerebro había rechazado sistemáticamente los nuevos códigos de felicidad total.

Los ixiones, en cambio, constituían un reducto antirrevolucionario que el Gran Consejo no había logrado conquistar en su guerra psicológica, vivían al margen de la sociedad, en las montañas Six Sigma, en un estado semi-salvaje que asustaría a la ordenada sociedad de Merilion. Sin embargo resultaban inofensivos por ser desconocidos por la mayor parte de la población, que nunca sentía la inquietud de viajar demasiado lejos de sus casas o trabajos, un logro más del sistema imperante.

El caso de Melina resultaba particularmente enojoso para el Gran Consejo, ella ni siquiera se sentía culpable por su comportamiento, e incluso había demostrado su satisfacción por la vida que llevaba en el juicio celebrado un mes antes de su cumpleaños.

Cuando el jurado le preguntó porque no había aceptado ninguno de los candidatos que se le habían propuesto, ella contestó que sentía que a esas relaciones funcionales le faltaba algo que no podía definir. El juez por un momento tembló pensando que tal vez Melina lograse recordar cual era el nombre de esa sensación. Para colmo de males, el Gran Consejo no había tenido mejor idea que retransmitir el juicio por televisión, como una manera de informar a sus súbditos de las consecuencias de revelarse contra los designios del poder. Pero si Melina lograse recordar la palabra, entonces, esta estrategia política se les iba a volver en contra. Cuatro letras y serían desalojados del poder para siempre, convirtiéndose en los nuevos ixiones de Merilion. Los segundos se paralizaron hasta el infinito, hasta que finalmente Melina, rompió a llorar, no podía decir cual era la palabra que definía eso que buscaba. El juez se dio cuenta que había vencido y ganó en seguridad nuevamente. Con un aire de superioridad le dijo que estaba loca. El jurado se retiró para deliberar cual debía ser el fallo. Como era previsible tanta insolencia debía ser castigada con una muerte dolorosa y cruel. La sentenciaron a la extirpación del clítoris sin atención médica, lo que significaba en la práctica su muerte por desangramiento. El Gran Consejo era sabio y su justicia implacable.

Melina tachaba los días en el almanaque de la cocina mientras observaba a los guardias que custodiaban su casa desde el día del juicio.

Alguno de sus pocos amigos ixiones, le habían hecho llegar una carta en clave ofreciéndole ayuda para fugarse hacia las montañas Six Sigma, pero ella rechazaba la idea de huir. Prefería acatar la sentencia, al fin y al cabo la vida en Merilion no tenía sentido para ella, las relaciones funcionales no la satisfacían y si bien sentía una gran simpatía por los ixiones, se daba cuenta que tampoco formaba parte de ellos. En la práctica no había huida posible. El Gran Consejo probaba una vez mas ser sabio, e inútil todo intento de decisión por parte de los ciudadanos de Merilion.

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