Papas fritas solitarias,
dejadas a la marchanta
en un plato de cartón
al borde de una mesa de camping
en Fray Bentos.
Galletitas Lincoln mojadas
en el té con limón,
que dejaste demasiado tiempo
en remojo y terminan
en el fondo de la taza,
formando un poso
que no sirve para leer tu destino.
Alfajores de dulce de leche,
comprados en el quiosco
junto a la plaza desierta
camino de la escuela.
Están envueltos en papel plateado,
cubiertos de una capa blanca de azúcar
que los hace polvorosos,
en contraste con el dulce de leche pegajoso.
Me gusta hablar y reírme cuando los como
y que las partículas blancas
se expandan hasta el infinito lleno de estrellas,
desde donde me observas con una sonrisa indulgente
de duraznos en almíbar.
Los chinchulines nunca los probé
porque me dijeron que no me gustaban
y yo me lo creí.
Por lo visto vienen con caca de vaca incorporada,
al menos eso dice la leyenda urbana.
En Fray Bentos, el gris de tus ojos,
se derrama en llanto.
Te refugias en la casa rodante
de tus pensamientos.
Mientras tanto, las papas fritas
emprenden un viaje circular
por el diámetro del plato.
Las carpas y los árboles,
inician un concierto en do menor
de gotas contra el pasto
No hay comentarios.:
Publicar un comentario